Inteligencia Artificial: Una nueva forma de conectar(nos)
Comúnmente, o por lo menos en mi corta vida, he sentido una inquietud en torno al concepto de Inteligencia Artificial y su significado real. Claramente, se trata de una noción que puede sonar bastante estruendosa, pintoresca e incluso exacerbada. Apenas se hace mención a esta idea, inmediatamente creemos que estamos atravesando un mundo distópico de cyborgs y autos voladores.
Pero lo cierto es que, al buscar una definición concreta del término podemos establecer que es la habilidad de computadoras para ejecutar tareas cognitivas que asociamos con la mente humana. Es decir, es la capacidad de argumentar, resolver problemas de forma independiente e incluso está incluida la habilidad de percepción.
Es así como la inteligencia artificial ha permitido tangibilizar ciertos comportamientos humanos mediante modelos neuronales, acercándose así a nociones humanas en cuanto a cómo percibimos el mundo. En esta línea, la IA como recurso nos pone en la búsqueda de alguna forma de objetivizar el conocimiento, generar correlaciones y permitir detectar oportunidades, todo bajo una mirada antropocéntrica.
¿Dónde queda el resto de las especies que conforman este mundo tan biodiverso? ¿Es posible conectar con ellas?
Existimos en un planeta con una enorme biodiversidad, donde el 80% de los seres vivientes son plantas. Lamentablemente, sabemos que la humanidad ha contribuido a la pérdida del 83% de mamíferos salvajes y la mitad de las especies vegetales. Si bien durante los últimos años pareciera que la sustentabilidad ha comenzado a ser parte del inconsciente colectivo, estamos todavía muy lejos de reparar este daño.
Es claro que el ser humano se ha dotado así mismo de un verdadero complejo de superioridad, pero la verdad es que actualmente representamos solamente un 0.01% de la población viviente del planeta Tierra. No obstante, hoy el rol y esfuerzos de nuestra tecnología siguen estando siendo sesgados y derivados a esta mirada humana, sin poner en valor la percepción interespecial que debiera guiar estos avances.
Entonces, ¿qué pasaría si dirigimos los esfuerzos a escuchar y procesar el contenido rico de cada uno mediante estos modelos neuronales? ¿Sería posible entrenar un modelo bio híbrido?
Claramente estamos ante un panorama ambicioso, pero necesario dado al contexto crítico global en el que nos encontramos. Si bien la dificultad es alta, nuestra misión debiese ser la coexistencia entre organismos para así regenerar y recuperar la biodiversidad perdida, una responsabilidad que, hasta hoy, sigue siendo ignorada.
Desde niños y niñas, nos enseñan que las plantas son seres “vegetales”. Actualmente, este término se utiliza con una connotación más bien negativa en cuanto a la habilidad de entender y percibir el mundo. Pero lo que la gran mayoría de las personas no sabe, es que las plantas tienen una gran capacidad para conectar, entender y adaptarse al medio ambiente. ¿Acaso es una mera coincidencia la trayectoria que han tenido a lo largo de la existencia del planeta?
Es aquí donde la inteligencia artificial entra en la ecuación, ya que estudios científicos han demostrado semejanzas entre la comunicación neuronal de las personas con la comunicación electroquímica que realizan estas especies.
Comunicar es vital para todo ser vivo: nos permite evitar el peligro, acumular experiencia, conocer nuestro propio cuerpo y el entorno. ¿Hay alguna razón por la que este simple mecanismo deba negarse a las plantas?
Mancuso, S., & Viola, A. (2015). Brilliant Green: The Surprising History and Science of Plant Intelligence. (J. Benham, Trans.). Washington, DC: Island Press.
A pesar de que la trayectoria de las plantas en este planeta ha demostrado su capacidad perceptiva, lo cual repercute en una adaptabilidad significativa a lo largo de su existencia, la tecnología se ha visto sesgada por querer exacerbar la percepción humana. En vez de generar una comprensión más transversal y dejarse nutrir por la de las otras especies, insistimos en separarnos del resto del mundo como si fuéramos los únicos seres vivos capaces de comunicarnos e impactar el ecosistema.
Pareciera ser que lo natural y lo tecnológico son ámbitos aislados pero la realidad es que tienen un tremendo potencial para convivir, potencial reflejado en tendencias como biomímesis.
Pero, ¿dónde entra la inteligencia artificial en toda esta ecuación?
Tomemos un paso atrás, y recordemos la capacidad de la inteligencia artificial de modelar, construir y entrenar distintos modelos en base a datos. Dichos datos alimentan este modelo y lo van perfeccionando. Lo mismo sucede a la hora de aprender un nuevo idioma. Un idioma es una forma de comunicar, y si desglosamos aún más, simplificando lo que es la comunicación,podemos definirla como un traspaso de información de un emisor a un receptor.
Basándonos en esa premisa, es posible entender nuestra relación con el entorno, tanto nuestra como con otras especies, como una forma de comunicación. Hace algunos años, muchos no creían ni se imaginaban el rápido crecimiento que tendría la inteligencia artificial y sus aplicaciones. Hoy, podría ser la clave para entender a otros organismos, particularmente, a las plantas.
Con sus sentidos, las plantas recopilan información sobre su entorno y se orientan en el mundo. Las plantas pueden medir docenas de parámetros diferentes y procesar una gran cantidad de datos.
Mancuso, S., & Viola, A. (2015). Brilliant Green: The Surprising History and Science of Plant Intelligence. (J. Benham, Trans.). Washington, DC: Island Press.
La inteligencia artificial bien podría ser un medio de comunicación entre distintas especies, todo con la finalidad de poder comprender las realidades de cada una y enriquecer nuestro conocimiento. Tiene la potencialidad de establecer asociaciones y patrones de distintas respuestas electrofisiológicas de las plantas sentando las bases para un entendimiento más completo entre ambas especies.
La IA, como tecnología, nos ofrece la posibilidad de ir más allá para cerrar las brechas comunicacionales que mantenemos con las demás especies del planeta. Esta misión, aunque tardía, podría permitirnos sanar, en cierta medida, parte de la deuda y el daño que hemos provocado en el planeta en el nombre del progreso.